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Humanizando los cuidados intensivos en Bucaramanga


El último jueves de cada mes la Unidad de Cuidados Intensivos de la Foscal Internacional se convierte en escenario para la música. Al ritmo de bambucos, pasillos, cumbias, música andina y más, los pacientes y sus familias logran olvidar por un rato en qué lugar están.

En uno de los cuartos de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de la clínica FOSCAL Internacional, uno de los pacientes más críticos abre los ojos y sonríe.

Hace días que no lo hacía porque una riesgosa cirugía del corazón lo dejó en estado de salud delicado.

De fondo, camuflando los pitidos de los monitores y demás aparatos conectados a él, se escuchan instrumentos y una voz suave y melodiosa que interpreta una de sus canciones favoritas: “El camino de la vida”, de Héctor Ochoa, su cantante preferido.

-“¿Escucha? ¿Le gusta?”, le pregunta la enfermera que lo acompaña.

El paciente, de poco más de 80 años, alza una mano con cuidado, cierra el puño y levanta solo el dedo gordo en señal de aprobación.

Los familiares que lo acompañan no pueden evitar emocionarse y aseguran que de no ser por los tubos que lo atan, él estaría bailando y cantando por todo el lugar.

En uno de los pasillos de ese piso, a pocos metros del cuarto del fan del maestro Ochoa, están congregados cinco pacientes de la UCI que con todo y camilla, o silla los que pueden, rodean a un grupo de música que los anima a cantar y llevar el ritmo con las palmas.

La agrupación se llama Laguna Brava y al son de bambucos, guabinas, carrangas, vallenatos, música andina y más, visitan todos los últimos jueves de cada mes la UCI de la clínica como voluntarios en una iniciativa de humanización que ha puesto en marcha la Foscal y que con su grupo de psicología hospitalaria, enfermería, medicina y la colaboración profesionales de la UNAB y la Cruz Roja, buscan el bienestar del paciente por medio de la música.

La música como terapia

-“¿Si sabe que esa fue la canción colombiana declarada la mejor del siglo pasado?”, le pregunta Rodrigo Antonio Soto al director de la agrupación, quien le responde que no, pero que ahora nunca se le va a olvidar.

Acaban de tocar ‘El camino de la vida’ y Rodrigo no solo la cantó completa sino que pidió que le dieran una de las maracas para él también tocar. Cuando termina la canción, Rodrigo se reacomoda en su sillón y hace una mueca de dolor, la cual desaparece cuando el piano da la pauta para el siguiente tema.

Lleva 15 días ahí, le acaban de poner un marcapasos, padece cirrosis y el tumor que tiene en el estómago no ha podido ser extirpado, a pesar de varios intentos, debido al riesgo que conlleva; sin embargo, se ve feliz.

-“Ay, es que la música es lo mejor de la vida. Le pone freno a la muerte, ya ve”, menciona, no sin antes decir que él sabe más de música que todos ahí porque trabajó vendiendo discos por más de 50 años.

Cuando el saxofón hace un solo en medio de “Amapola” de Juan Luis Guerra, Alix de Martínez, de 80 años, trata de levantarse de la camilla y se emociona.

Hace pocas horas que salió del quirófano, pero su labial intacto y sus ojos maquillados camuflan el dolor. Sonríe y mira a su hija. Le dice que no hay mejor recuperación que esa.

Las dos estudiantes de Enfermería de la UNAB que hoy acompañan al grupo y que pertenecen al semillero Higía, que busca incentivar en los profesionales de la salud el lado más humano, en este caso con música, dejan a un lado el tambor chamánico y las chajchas (maracas) para revisar los signos vitales de todos los pacientes que asisten al concierto, con el fin de estudiar lo que la música logra en ellos.

-“Tomamos los signos antes, durante y después y en serio es increíble lo que pasa. En muchos casos los niveles hemodinámicos se regulan y la frecuencia cardíaca se estabiliza. También se les olvida el dolor y están felices y eso para un paciente de UCI es algo fantástico. Bueno, no solo para ellos, no se imagina cómo ayuda esto a los familiares también”, explica Tatiana Linares, una de las estudiantes.

No se equivoca. Junto a Carlos Gómez Luengas, quien lleva 22 días ahí debido a complicaciones en sus pulmones y el riñón, está su yerno, quien no deja de aplaudir en ninguna canción ni de animar a Carlos. Ninguno de los dos quiere volver al cuarto a pensar en diálisis o medicamentos y por eso piden un tema más.

Suena un bolero instrumental para complacerlos.

Medicina más humana

En la otra sala de UCI, la acompañante de uno de los pacientes con cáncer más críticos del lugar está asombrada. Su hermano está alzando una mano y moviendo la cabeza como si bailara. Al final de la canción da unos golpes suaves a la cama intentando un aplauso y ella no lo cree.

-“Revivió. No se había movido en todo el día, qué maravilla. Usted lo viera antes, tenía una grabadora gigante que sonaba durísimo. Eso él era feliz con su música fuerte así nosotros no pudiéramos de los oídos, y véalo como esto lo puso de contento”, dice.

Según Jeam Zulma Moreno Arias, docente del programa de Enfermería de la Unab, coordinadora del semillero e integrante de Laguna Brava, “la ciencia ha demostrado que escuchar música puede jugar un papel importante a nivel del funcionamiento cardiovascular, respiratorio, neurológico e inmune de los pacientes, solo por el hecho de crear un ambiente menos triste y deprimente. Sumado a eso, permite hacer que la medicina sea más humana, más sensible”.

Es por eso que junto a Fabiola Mantilla, coordinadora de Psicología Hospitalaria y quien fue la que realizó el proceso de referenciación en el Hospital de Torrejón en Madrid, líder en la metodología de las interpretaciones musicales en las unidades de cuidados intensivos, iniciarán a investigar a fondo los efectos de la música del paciente en UCI.

Eso lo harán con la ayuda del centro de investigaciones de la organización y el semillero de la UNAB y con el apoyo musical de Laguna Brava.

Al finalizar el concierto en la segunda unidad, una de las pacientes dice:

-“Esto estuvo maravilloso, lástima que se acabó y ya nos vuelven a encerrar”.

Entonces Laguna Brava agrega un par de canciones al repertorio y al ritmo de un bambuco alarga la felicidad, no solo de los enfermos sino de todo el equipo médico que se ha unido a la fiesta y que tampoco quiere se acabe.

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